La estrella apagada by Edward E. Smith

La estrella apagada by Edward E. Smith

autor:Edward E. Smith [Smith, Edward E.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1928-09-15T00:00:00+00:00


* * *

Al cabo de ocho horas Crane relevó a Seaton, quien se fue a su litera, en donde permaneció durmiendo durante más de diez horas. Cuando se levantó hizo un poco de ejercicio y después de asearse pasó al salón.

Dorothy, Peggy y Crane estaban desayunando y Seaton se unió al grupo. Fue una reunión pictórica de alegría, la más risueña que habían tenido desde que dejaron la Tierra.

Cuando hubieron terminado de desayunar, Seaton dijo:

—Me sugeriste antes, Mart, que esos soportes de giroscopio pueden ser movidos. Voy a por un goniómetro…

—Bájalos hasta nuestra estatura, la de Peggy y mía —dijo Dorothy.

—Lo podemos hacer. Toma alguna herramienta y vamos a ver si hay algo averiado por ahí detrás.

—Es una buena idea.

Crane y Margaret se sentaron al lado de una de las escotillas. Ella le contó con llaneza su vida y después le explicó horrorizada la espantosa caída de la otra nave, durante la cual fue muerto Perkins.

—Tenemos una gran cuenta pendiente con esa «Steel» y con DuQuesne —dijo Crane con odio—. Le podemos culpar de secuestro de momento… ¿No fue asesinato lo de Perkins?

—¡Oh, no! Estaba como si fuera un animal salvaje. Le tenía que matar, no había más remedio. El doctor, como ellos le llaman, es un malvado, tan tremendamente despiadado, frío y calculador, que de sólo pensar en él me echo a temblar.

—Y, sin embargo, Dorothy dijo que le salvó la vida.

—Y así fue. La salvó de Perkins, pero no lo hizo por humanidad, sino porque le interesaba que estuviera viva. Muerta no le hubiera servido de nada. Creo que más que un ser humano es un robot.

—Me inclino a creerte sin gran esfuerzo… y no hay nada que complacería más a Richard que una excusa para matarle.

—No es el único. No hay más que ver la tranquilidad que presenta ante los sentimientos de los demás para comprender que no es una persona, sino una máquina sin alma. ¿Qué es esto? La nave se ha balanceado ligeramente.

—Seguramente la atracción de una estrella. —Estudió el cuadro de mandos y después la acompañó a una escotilla situada más abajo—. Estamos pasando cerca de la estrella hacia la que nos enfiló Richard. Mira aquel planeta de allá —dijo señalando—. ¿Ves aquel más pequeño?

Ella vio los dos planetas, uno que parecía una luna pequeña; el otro muchísimo mayor y contempló como éste se iba agrandando rápidamente mientras la nave espacial volaba a tal velocidad que cualquier distancia posible en la Tierra hubiera sido cubierta tan pronto como se hubiera empezado el viaje. Tan espantosa era aquella velocidad que la nave se bañó en la luz de aquel extraño sol sólo unos breves momentos y luego se vio envuelta otra vez por aquella tenebrosa oscuridad.

Asombrados ante la inmensidad del Universo, Crane y Margaret permanecían en un respetuoso silencio. Era el silencio de las palabras, algo que ninguno podía explicar, porque no podía comprender. Mientras contemplaban el infinito, sentían como nunca habían sentido la insignificancia del ser humano y de todo cuanto había creado.

Margaret se



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